Los viejos del pueblo andaluz de Gerena recuerdan todavía los gritos de aquella trágica noche de 1937. Ahora, gracias al combate de sus descendientes, los restos de las 17 mujeres republicanas fusiladas allí por los franquistas se disponen a salir de su fosa común.
POR AGENCIA AFP
GERENA, España
Los viejos del pueblo andaluz de Gerena recuerdan todavía los gritos de aquella trágica noche de 1937. Ahora, gracias al combate de sus descendientes, los restos de las 17 mujeres republicanas fusiladas allí por los franquistas se disponen a salir de su fosa común.
Tras 74 años de olvido, las excavaciones comenzaron el lunes, en la víspera del proceso contra el juez español Baltasar Garzón por haber querido investigar la suerte de los desaparecidos durante el franquismo.
Es "cuanto menos paradójico, incomprensible incluso", denuncia Lucía Socam, de 25 años, junto a los arqueólogos que trabajan para llegar a los primeros esqueletos.
"Que se vaya a juzgar al juez Garzón precisamente por eso, por querer esclarecer estos crímenes, que fueron crímenes de lesa humanidad", agrega Lucía, nieta de una de las fusiladas, Granada Hidalgo.
Garzón "es la única persona que se ha atrevido con los crímenes del fascismo", se indigna la nieta de otra de las víctimas, María José Domínguez, de 45 años.
De pómulos prominentes, su abuela Manuela Méndez Jiménez, tocada con una boina negra, mira a la cámara en una de las pocas fotografías que se conservan.
Empleada en una fábrica de aceitunas, esta bella rubia, madre de dos muchachos, tenía 26 años cuando fue detenida por los jefes franquistas de su pueblo, Guillena, cerca de Sevilla.
Hacía un año que republicanos y franquistas se enfrentaban en la Guerra Civil (1936-1939).
Junto a Manuela, una veintena de mujeres de 20 a 70 años fueron capturadas y encerradas en la cárcel del pueblo.
Según sus familiares, su único crimen era tener a republicanos entre sus allegados. Ninguna estaba implicada en política, aseguran.
Una noche de noviembre de 1937, tras semanas de vejaciones, Manuela y otras 16 mujeres fueron llevadas en un camión al cementerio del pueblo vecino, Gerena.
Allí, frente a una fosa común cavada en este campo de olivos, fueron fusiladas y sus cuerpos tirados a la zanja.
Los habitantes del pueblo oyeron "gritos, muchos gritos", relata Manolo Domínguez, de 47 años, hermano de María José.
Hace diez años, los nietos de Manuela fueron los primeros en romper la ley del silencio para intentar encontrar los restos de las fusiladas.
"Sólo queremos darles un enterramiento digno", explica María José.
Otras familias se unieron a ellos en 2005. Juntos, lograron hacer hablar a los supervivientes tras casi 70 años de silencio para localizar la fosa común, lucharon para obtener las autorizaciones y se enfrentaron a las críticas de quienes les acusaban de abrir viejas heridas.
"Ha sido un camino duro", recuerda María José.
El anterior gobierno español, presidido por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, impulsó en 2007 una ley sobre la memoria histórica para rehabilitar a las víctimas del franquismo.
Pero, según los familiares, esta medida no va siempre acompañada de los fondos para búsquedas y exhumaciones.
Son así los arqueólogos voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) quienes realizan las excavaciones, ayudados por los descendientes de las víctimas.
"Los familiares, somos nosotros quienes tenemos que ir con pico y pala a buscar nuestros muertos", denuncia Lucía Socam.
Una carta publicada por el gobierno español en mayo de 2011 censaba 2.000 fosas comunes que se remontan a la Guerra Civil y el franquismo (1939-75).
Según la ARMH, serían mucho más numerosas, lo que explica que en los últimos diez años se hayan exhumado los restos de 5.000 personas.
Cerca de 114.000 desaparecieron en total en esos años, según la investigación realizada entre 2006 y 2008 por el juez Garzón.
La misma investigación por la que el célebre magistrado será juzgado a partir de esta semana, acusado de haber vulnerado una ley de amnistía de 1977.
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