lunes, 23 de abril de 2012

La ARMH prepara la exhumación de dos fosas de ‘paseados’ en Estébanez

ASTORGA / Memoria Histórica

En el monte de la localidad existe un número indeterminado de enterramientos del 36


Las fosas de Estébanez de la Calzada forman parte de la campaña de exhumaciones de la ARMH.
M.A. Reinares / Astorga
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica(ARMH) exhumará dos fosas en Estébanez de la Calzada este verano. En el monte de esta localidad cercana a Astorga se encuentra un número indeterminado de enterramientos de 'paseados' durante la Guerra Civil. Algunos de ellos, según el representante de la ARMH en la zona de Astorga, Abel Aparicio, no se podrán localizar pues es probable que se encuentren debajo de la Autopista León-Astorga e incluso en las proximidades de la estación de servicio al pie de la carretera N-120.
En las dos fosas que se investigarán este verano estarían enterrados los restos de represaliados de Valderas, del Bierzo y de Astorga, en una de ellas se encontrarían los de 12 y en la segunda los de un paseado. Abel Aparicio adelanta que en el próximo mes de mayo harán trabajo de campo para intentar localizar una tercera fosa.
La ARMH ya realizó hace tres años dos sondeos en la carretera entre San Justo de la Vega y Estébanez de la Calzada en busca del lugar donde fue 'paseado' un vecino de Destriana.

Represaliados de ValderasEn la fosa donde la ARMH espera encontrar los restos de 12 republicanos, es probable que la mayoría fueran vecinos de Valderas, una población muy castigada por la represión, sólo entre los meses de agosto y septiembre de 1936 se produjo la detención de 178vecinos de esta localidad del sur de León, según la ARMH, la mayoría fueron en diferentes fosas.
En la zona de Astorga la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y otros investigadores han contabilizado al menos otros dos lugares con un importante número de 'paseados'. Se trata de la fosa del cementerio municipal de Astorga, recientemente dignificada, y la de uno de los patios del acuartelamiento de Santocildes. En estos dos enterramientos se encuentra un número indeterminado de fusilados.

Localizan restos de fallecidos en la Guerra Civil en El Toro

En las primeras prospecciones arqueológicas en Peña Salada, se hallaron restos de fallecidos en combate durante la batalle de Levante



Matías Alonso con dos colaboradores, ayer.  Levante-EMV
LEVANTE-EMV VALENCIA 
El Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica ha localizado en El Toro, en Castelló, restos de soldados fallecidos en combate durante una batalla de la Guerra Civil. Según el coordinador del grupo, Matías Alonso, arqueólogos y antropólogos colaboradores de la asociación corroboraron ayer los testimonios de los vecinos, que apuntaban a la existencia de restos humanos en una zona montañosa conocida como Peña Salada.
En la zona existe un sistema de trincheras que se construyó durante la Guerra Civil y en el que se libró uno de los últimos enfrentamientos de la batalla de Levante, hacia el final de la contienda. Tras el enfrentamiento, explicó Alonso, "la zona se dejó como se había quedado", es decir, no se retiraron los cuerpos de los fallecidos en combate de ambos ejércitos.
"Es imposible saber cuánta gente puede estar aquí enterrada", aseveró el coordinador del grupo, que tras analizar la zona de la Peña Salada se desplazará a estudiar otros puntos de El Toro.
Este núcleo es conocido por su cementerio árabe, donde reposan los restos de soldados mercenarios marroquíes, pero además "numerosos" testimonios sitúan distintas fosas donde un número indeterminado de soldados "sigue esperando una intervención que los devuelva a sus familias".
Estas son las primeras prospecciones sobre el terreno que se llevan a cabo para iniciar la catalogación de posibles emplazamientos con restos humanos.
Señalar los emplazamientos forma parte del procedimiento a seguir para la confección del Mapa de Fosas de la Provincia de Castellón, segunda parte del proyecto del Mapa de Fosas de la Comunitat Valenciana.

Grupo para Recuperación de la Memoria Histórica comienza mañana a localizar fosas del franquismo en El Toro (Castellón)

CASTELLÓN, 20 Abr. (EUROPA PRESS) -
   El Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica (GPRMH) comenzará este sábado en la zona de El Toro (Castellón) las primeras prospecciones sobre el terreno para iniciar la catalogación de posibles emplazamientos de fosas con restos humanos de la época franquista.
   Los arqueólogos y antropólogos del GPRMH, de acuerdo con las indicaciones de diversos testigos, intentarán señalar los posibles emplazamientos para proseguir con el procedimiento que requiere la confección del Mapa de Fosas de la Provincia de Castellón, segunda parte del proyecto del Mapa de la Comunitat Valenciana, que forma parte del Mapa general gestionado por el Ministerio de Justicia.
   El objetivo es concienciar a la sociedad castellonense y valenciana sobre la "pervivencia de un problema histórico y humano como son las miles de desapariciones que aún quedan por resolver por toda la geografía española", según ha señalado el GPRMH en un comunicado.
   La zona de El Toro es famosa por su cementerio árabe, donde, según el GPRMH, reposan los restos de soldados mercenarios marroquíes desde los enfrentamientos en la Batalla de Levante en torno a la Línea XYZ. Según este colectivo, "numerosos testimonios siguen situando distintas fosas donde un número indeterminado de soldados de ambos ejércitos siguen esperando una intervención que los devuelva a sus familias o se les deposite en sitios con la dignidad requerida, como se hace por respeto en toda Europa".
   "Éstas son fosas de la guerra, pero existen también las producidas en décadas posteriores de dictadura, cuando en España no había guerra alguna", ha indicado el GPRMH, que se ha dado cita este sábado a las 10.00 horas, en la plaza de la Iglesia de El Toro para salir hacia la Sierra.

domingo, 15 de abril de 2012

Familias de fusilados rinden un homenaje ante dos grandes fosas en Paterna

14-04-2012 / 14:30 h EFE

Los familiares de los republicanos fusilados tras la Guerra Civil en Paterna y miembros de grupos por la recuperación de la memoria histórica han rendido homenaje hoy a las víctimas ante dos grandes fosas comunes "clandestinas" situadas en el cementerio del municipio.
Según ha explicado a EFE el coordinador del Grupo por la Recuperación de la Memoria Histórica, Matías Alonso, es la primera vez que durante este acto de conmemoración (que se celebra cada año) los familiares se detienen ante esas dos fosas, situadas una a cada lado del panteón militar.
Alonso ha aclarado que no existe ninguna indicación que ubique las fosas, ni se sabe cuánta gente puede haber enterrada, pero que el terreno que ocupan se distingue con claridad del resto del cementerio porque la tierra no es roja, sino blanca a causa de la cal.
Los asistentes han aprovechado el acto para reivindicar el estudio de esas fosas, así como la construcción de un "gran monumento memorial" en el paredón donde 2.238 personas fueron fusiladas.
El muro "sigue estando sepultado en sus tres cuartas partes por cascotes y escombros", ha lamentado Alonso, quien ha explicado que la reivindicación de los familiares es que se le dé tratamiento de Bien de Interés Cultural.
A su juicio, es necesario realizar un tratamiento arqueológico en esa zona y, una vez recuperada, construir un memorial en el que figuren los nombres de todos los fusilados y al que la gente pueda acudir "a honrar la memoria de sus familiares".
Alonso ha lamentado no contar con "apoyo económico" por parte de las administraciones públicas para llevar a cabo ese proyecto, puesto que el muro de Paterna fue el segundo lugar de España donde más gente se fusiló tras la Guerra Civil.
Según el coordinador del grupo por la memoria histórica, la de hoy ha sido una jornada "para recordar los valores que puso en marcha el gobierno más fecundo de la historia de España" y para "dejar claro que esta gente está aquí enterrada por haber profesado esos valores, no por ser gente violenta".

Entregados a las familias restos de víctimas del penal de Valdenoceda (Burgos)

La agrupación de familiares de represaliados en el penal de Valdenoceda, al norte de Burgos, ha entregado hoy a sus familiares los restos de las dos últimas víctimas identificadas, mientras sigue avanzando para la exhumación de una fosa en la que llegó a haber más de 150 personas enterradas.

Valdenoceda (Burgos), EFE 14 de abril de 2012
El portavoz de la agrupación, José María González, ha explicado que tras las pruebas de ADN, que se han practicado a los restos y comparado con las realizadas a familiares de las víctimas, se ha determinado que se trata de estas dos personas.
Valeriano Montero, que era de Pozuelo de Alarcón (Madrid) y cuyos familiares viven actualmente en Puertollano (Ciudad Real), y Vicente Castillo, de Castellón, donde todavía viven sus familiares.
Hasta ahora se han extraído 114 de los 154 cadáveres que se cree que están enterrados en Valdenoceda, todos ellos presos del penal, que permaneció abierto desde 1938 hasta 1943.
Fue "uno de los penales más duros de la guerra y la postguerra civil española", ha recordado José María González.
La falta de alimentación y las malas condiciones sanitarias, con una enorme humedad, incluso con inundaciones en las celdas, produjeron tantas muertes que el pequeño cementerio anexo a la iglesia parroquial de la localidad se quedaba pequeño.
El presidente de la agrupación de familiares ha afirmado que los primeros presos que fallecieron fueron enterrados en el cementerio parroquial y sus restos no podrán ser recuperados, porque "habría que mover casi todo el cementerio y sería muy complicado".
De hecho, los 114 cuerpos que se han recuperado se encontraban en una parcela situada junto al antiguo cementerio, donde se realizó una gran exhumación en 2007.
Sin embargo, el resto de cuerpos se podrán recuperar muy lentamente, porque hacia 1980 el cementerio original se amplió y se ocupó la parcela donde se habían realizado los enterramientos de presos, sobre los que se hicieron nuevas tumbas.
José María González ha explicado que cada una de esas exhumaciones requiere un procedimiento complejo, porque hay que recabar una autorización de los familiares de las víctimas más recientes, muchas de las cuales emigraron y son muy difíciles de localizar.
Ha señalado también las dificultades para la identificación de los restos, porque es necesario comparar su ADN con el de algún familiar.
Hasta ahora, la agrupación de familiares sólo cuenta con 56 familias, por lo que hay 92 familias de las que no tienen ninguna muestra actual que sirva para comparar con el ADN de los cadáveres, que eran presos procedentes de muchos lugares de España.
Pese a todo, hasta ahora se han identificado los restos de 22 cadáveres, aunque sólo 21 se han podido entregar.
El que está pendiente de ser devuelto a sus familiares es uno de los que se encuentra en la zona ampliada del cementerio y hay un nuevo enterramiento sobre él.
González ha indicado que dada la situación del enterramiento, sólo podían extraer una parte del cadáver y prefirieron no hacerlo y limitarse a tomar una muestra de ADN que se ha podido cotejar y ha llevado a su identificación, aunque todavía no saben cuándo podrán extraer los restos.

El testimonio de los huesos


Cuando se trata de la escena de un crimen perpetrado hace décadas, los antropólogos forenses son responsables de recabar evidencias que permitan dilucidar qué ocurrió. En nuestro país participan en investigaciones sobre delitos de lesa humanidad cometidos hace más de 30 años, durante la dictadura militar. Los expertos hablaron con LA GACETA sobre su compleja labor.
En el campo
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Argentina, la antropología forense es una disciplina que se desarrolló mediante la búsqueda y el análisis de cuerpos esqueletizados de las víctimas del terrorismo de Estado de los años 70 y principios de los 80. Debido al tiempo transcurrido hasta el momento de la investigación y a la magnitud de los hechos, fue necesaria la intervención de arqueólogos y antropólogos para localizar y leer las huellas del horror en los restos óseos. En estas condiciones, los antropólogos forenses aportaron pruebas elementales a la Justicia Federal en causas relacionadas con delitos de lesa humanidad y, al mismo tiempo, desarrollaron un camino metodológico que sentó precedentes y es valorado en todo el mundo. Esta disciplina, por sobre todas las cosas, permite devolver su identidad a los huesos de las víctimas, que los familiares conozcan el destino de sus seres queridos y que recuperen sus restos para inhumarlos según sus tradiciones y de manera digna.

Es posible que una persona haya sido golpeada al momento de ser secuestrada. Que esas heridas no hayan sido curadas y esto le provocara una infección. Tal vez los captores no la hayan alimentado bien, lo que derivó en un agudo estado de anemia. Es probable que mientras era torturada, la víctima haya sufrido diversos tipos de fracturas. Quizás el asesino haya disparado el arma a sangre fría y por la espalda, perforándole el cráneo. Más de 30 años después, al momento de la investigación que conduce a la exhumación de sus restos, las huellas de todo esto se conservan aún en ellos. Sin la intervención de los antropólogos forenses, nunca se podría acceder a este último testimonio contenido en los huesos.

Sus conocimientos contribuyen, además, a la reconstrucción histórica de lo sucedido durante la última dictadura militar. Respecto a esto, aportan pruebas terribles y concretas: identificación de centros clandestinos de detención, descubrimiento de fosas comunes, reconocimiento de circuitos represivos de traslado de prisioneros, localización e identificación de los restos de las víctimas.

Los equipos de trabajo

Con la llegada de la democracia, en 1983, familiares y organismos de derechos humanos profundizaron las averiguaciones para conocer el destino de personas desaparecidas. Se sospechaba que las tumbas NN de algunos cementerios podrían estar ocultando víctimas del terrorismo de Estado. Surgió entonces la necesidad de buscar alguna metodología científica que permitiera la identificación a través de restos óseos. Estas agrupaciones, en especial Madres de Plaza de Mayo, consultaron en diferentes universidades hasta dar con Clide Snow, un antropólogo forense norteamericano que, conjuntamente con estudiantes de antropología, conformó el grupo que posteriormente se constituiría como el Equipo Argentino de Antropología Forense

(EAAF).

"En 1983 y durante el juicio a las Juntas, los jueces ordenaron exhumaciones en los cementerios. En estas intervenía personal de la Policía, Bomberos y médicos, y tenían un doble aspecto negativo. Por un lado, no se usaban metodologías arqueológicas ni antropológicas para trabajar: se hacían exhumaciones masivas, se mezclaban y rompían los restos y se descontextualizaban los hallazgos. Por otro lado, varios de los que las realizaban habían participado también en la represión ilegal. De esta manera, nunca se llegaba a una respuesta. Frente a este contexto, el EAAF propuso un programa metodológico que consiste en diferentes etapas de investigación", señaló el perito Juan Nobile. (ver "Metodología")

En Tucumán, dos décadas más tarde y con un origen similar, se constituyen primero el Grupo Interdisciplinario de Antropología y Arqueología Forense (GIAAT) y posteriormente el Colectivo de Arqueología para la Memoria y la Identidad Tucumana (CAMIT). Ambos surgen, en un principio, gracias al esfuerzo de docentes y estudiantes universitarios de la carrera de Arqueología de la UNT. Junto con el EAAF, actualmente se encuentran realizando peritajes para la Justicia Federal en distintos sitios (ver "Sitios...").

Los antropólogos forenses aplican las ciencias forenses, en especial la antropología y la arqueología, a la investigación de violaciones de los derechos humanos. "No es lo mismo trabajar en una escena de un crimen ocurrido hace pocos días que en la escena de un crimen ocurrido hace más de 30 años -aclaróGuillermo Ortiz, arqueólogo del GIAAT. En este período, existen una serie de procesos y agentes que actúan en el ambiente y que nos podrían ocultar información". Al respecto, Nobile agregó: "en esta tarea desplegamos técnicas de la arqueología que tienen que ver con la prospección. Esto es, dónde excavar, qué excavar y cómo excavar". Una vez que se localiza el lugar en donde fueron enterradas una o varias personas asesinadas, se excava y se recupera no sólo el esqueleto sino todos los elementos vinculados a estos restos, que en muchos casos suelen ser proyectiles de armas de fuego. La etapa final de este trabajo es el traslado de los restos al laboratorio donde, en caso de que sea posible, se identifica a la víctima (Ver "Metodología"). "Una vez cumplido este paso, y si terminó el proceso de excavación, se entregan los restos a los familiares", explicó María Gloria Colaneri, del CAMIT.Ruy Zurita, perteneciente a la misma agrupación, agrega: "en base a esa evidencia material y a esas situaciones que uno detalla y puede interpretar, se va escribiendo la historia de lo ocurrido". Como si las víctimas llevaran en sus huesos las claves para que nunca más existan dudas acerca de lo sucedido.
METODOLOGÍA
Todos los peritajes en los que intervienen antropólogos forenses son a pedido de la Justicia. Por lo general, se inician a partir de denuncias realizadas por sobrevivientes o por testigos de hechos producidos en centros clandestinos de detención. Estos peritajes se desarrollan sobre la base de tres unidades de trabajo, que son complementarias entre sí y que se detallan a continuación.
1- INVESTIGACIÓN INICIAL
Este paso se lleva a cabo mediante el relevamiento de testimonios y documentos: entrevistas a familiares, diarios de la época, registros en cementerios y cualquier otra prueba que permita reconstruir el contexto histórico y social en el que sucedieron los hechos.

2- TRABAJO EN EL CAMPO
Se utilizan técnicas de la antropología y la arqueología para recuperar los restos óseos, excavar de manera adecuada y conservarlos en la posición en la que fueron encontrados. También se registran los elementos asociados a estos restos, como proyectiles, rastros de vestimenta, etcétera.
3- LABORATORIO
Consiste en el análisis de los restos esqueletales. De esta forma es posible determinar el sexo, la edad, la estatura y la posible causa de muerte de una persona. Si es factible, se extrae una muestra de ADN, se realiza un mapa genético y se lo compara con el ADN de los familiares de desaparecidos que está disponible en el Banco Genético de la República Argentina.
En caso de coincidencia entre los datos que arroja el familiar -mediante la sangre- y los datos genéticos que contiene el hueso, se está en condiciones de identificar a la víctima.

Aranzadi investiga los restos de varias exhumaciones de la Guerra Civil, realizadas en Soria y Burgos

13/04/2012

Miembros del Departamento de Antropología física han trabajado estos días en las exhumaciones de distintas fosas de la Guerra Civil, situadas en las localidades de Montenegro de Cameros (Soria) y Espinosa de los Monteros (Burgos).
El Departamento de Antropología  ha trabajado muy duro durante estos días en la exhumación de restos de la Guerra Civil. En esta ocasión primeramente  comenzaron los trabajos en Espinosa de los Monteros. En un rectángulo de apenas 8 metros cuadrados donde se cuentan nueve esqueletos, todos boca abajo; uno de ellos al parecer de un chico de 16 años. Entre la tierra rojiza, a un metro de profundidad, las botas que llevaban el 20 de octubre de 1936, las víctimas asesinadas por los falangistas en Espinosa de los Monteros (Burgos), han aparecido bien conservadas.  Además,  a sólo 200 metros, hay otra fosa con los restos de cuatro mujeres.
El equipo de especialistas lo encabeza el forense y Presidente de Aranzadi, Francisco Etxeberria, a los que se ha unido un grupo de 30 alumnos de la Universidad del País Vasco (UPV) y de la Autónoma de Madrid. Según Etxeberria, " todos tienen disparos de bala en el cráneo con entrada por la parte trasera, y muchos muestran roturas de huesos de piernas y brazos por efecto de los golpes. Sus familiares podrán recoger algunos efectos personales encontrados en la zona como zapatos, hebillas, un mechero, botones… ".
Los familiares de Celestino Zorrilla Baranda, agricultor y propietario de una fábrica de alpargatas, y Amelia Cano, nuera del primero, han promovido la exhumación de los cadáveres para «darles un entierro digno». El abuelo Celestino pasó por la prisión de Espinosa, Villarcayo y Burgos y supuestamente quedó en libertad, pero apenas le duró unos días hasta que fue asaltado y conducido a una muerte impune. Francisco Etxeberria, «Solo hay dos o tres fosas en toda España -alcanzan ya las 300 exhumadas con 6.000 cadáveres- que se ubican en el casco urbano, dado que lo habitual era irse a parajes alejados». Ésta se ocultaba bajo el jardín de una casa y parte de la acera.
Por otro lado, en la provincia de Soria se ha trabajado en la exhumación de los restos de al menos seis varones. La fosa se encontraba junto a un muro del coqueto cementerio del municipio limítrofe de Montenegro de Cameros (Soria). Nadie dudaba de que estaban allí. Al perecer,  cuatro eran de Torrecilla en Cameros (Toribio Ruiz Martínez de Pinillos, Pedro Soldevilla Gorostiaga, Agustín Velilla López y Vicente Velilla Vilda), otros cuatro procedían de Nieva de Cameros (Eleuterio Barrios Fernández, Pascual López Pascual, Francisco Marín González y Manuel Sáenz Ibáñez) y el noveno residía en Pradillo. Respondía al nombre de Santos Velilla Palacios.
En la noche del 25 de septiembre de 1936, estos nueve varones –con edades comprendidas entre los 21 y los 51 años– fueron sacados de la cárcel deTorrecilla y conducidos en un camión hasta la vecina provincia de Soria. Viajaba un décimo apresado, Juan Barrios, hermano de Eleuterio, quien logró escapar cuando el vehículo paró en el paraje de Las Rozas, a poco más de dos kilómetros de la frontera con La Rioja.
La Asociación La Barranca para la Preservación de la Memoria Histórica ha impulsado la exhumación de los restos deestos nueve hombres, con el apoyo técnico de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y la colaboración del Ayuntamiento soriano. Hasta llegar a esto, el proceso no ha resultado sencillo.
Como destaca el director técnico del desenterramiento y profesor en Medicina Forense, Francisco Etxeberria, esta tarea ha requerido de forma previa «un estudio histórico y una recogida de testimonios». Luego, los hechos han confirmado lo que se intuía. Han emergido los restos de al menos seis varones, revueltos y fragmentados, porque el lugar ha sufrido alteraciones por la reutilización del espacio del camposanto. «Dos fragmentos craneales presentan lesiones características del paso de un proyectil de arma de fuego, lo que ratifica la hipótesis de la muerte violenta de estas personas», constata Etxeberria.
Los restos de los asesinados se analizarán en el laboratorio de Antropología Forense de la Universidad del País Vasco, en San Sebastián, y serán sometidos a estudios de ADN para determinar sus identidades. Más tarde se entregarán a las familias, quienes podrán cerrar este capítulo de su amargo pasado.

jueves, 12 de abril de 2012

Una exposición da a conocer el trabajo de la exhumación de fosas

La muestra precede a las VIII Jornadas sobre la memoria histórica

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La reproducción de una fosa común preside el centro de la exposición. DIARIO DE TERUEL / MARIBEL CASTRO
La exposición 'Exhumando fosas, recuperando dignidades' muestra desde ayer en el Centro Social Ciudad de Teruel el trabajo de recuperación de la memoria histórica que se ha llevado a cabo en España durante la última década mediante la exhumación de más de 200 fosas comunes en las que fueron arrojados los represaliados del franquismo. La muestra precede a las VIII Jornadas sobre la memoria histórica que se celebrarán durante la última semana de abril en el Campus de Teruel organizadas por la Asociación Pozos de Caudé.
'Exhumando fosas, recuperando dignidades' aborda la labor documental llevada a cabo desde el año 2000 por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Desde entonces se han  realizado más de 200 excavaciones de fosas en las que se han exhumado cerca de 5.000 personas víctimas de la represión franquista.

La exposición está articulada en torno al trabajo de los promotores de estas exhumaciones, tanto los familiares como las asociaciones e instituciones que se han implicado durante todo este tiempo, así como en la figura del informante que ha contribuido a la localización de las fosas, el equipo de trabajo que ha llevado a cabo la intervención, y sobre todo los familiares de los desaparecidos y lo que ha supuesto para ellos recuperar los restos de sus seres queridos asesinados.

A través de 42 paneles se muestran algunas de las exhumaciones que se han realizado en los últimos años en España. Imágenes acompañadas de pequeños textos muestran al público lo que este trabajo ha supuesto no solo para la recuperación de la memoria, sino para la dignidad de quienes sufrieron la represión y de sus familiares.
La noticia completa, en la edición impresa.

lunes, 9 de abril de 2012

Dos fosas, 13 asesinados y 50 testigos en Espinosa de los Monteros

por Eva Larrauri (Espinosa de los Monteros, España) 




En un macabro rectángulo de apenas ocho metros cuadrados se cuentan nueve esqueletos, todos boca abajo; uno de ellos corresponde a un menor, un chico de 16 años de nombre Claudio Sainz. Entre la tierra rojiza, a un metro de profundidad, las botas que llevaban el 20 de octubre de 1936 las víctimas asesinadas por los falangistas en Espinosa de los Monteros (Burgos) han aparecido bien conservadas. A solo 200 metros, hay otra fosa con los restos de cuatro mujeres. El proceso de exhumación comenzó el pasado lunes y aún queda trabajo para el equipo de especialistas que encabeza el forense Francisco Etxeberria, a los que se ha unido un grupo de 30 alumnos de laUniversidad del País Vasco (UPV) y de la Autónoma de Madrid.
Familiares de las víctimas aseguran haber notificado el pasado 22 de febrero al juzgado de la zona, el de Villarcayo, la inminente exhumación. Pero ningún juez ha visitado las fosas. Un auto del Tribunal Supremo del pasado 28 de marzo establece que son los jueces territoriales los que deben practicar diligencias y personarse en las fosas en estos casos. En Espinosa de los Monteros aún no han visto a ninguno. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, no obstante, ha enviado una nota en la que asegura que se recibió la notificación, pero que los juzgados consideraron que "el objeto del escrito remitido era poner en nuestro conocimiento la actividad a realizar" y no "requerir auxilio judicial", informa Natalia Junquera. No obstante, los juzgados de Villarcayo, añaden, "quedan a disposición de los familiares y afectados para cualquier auxilio o colaboración que pudieran solicitar dentro del marco legal".
Para los estudiantes, la apertura de la fosa es su primer trabajo de campo, el paso a la práctica de los conocimientos adquiridos en sus clases de Criminología y Antropología Física. Virginia Jiménez, alumna de Etxeberria en el segundo curso de Criminología en la UPV, anotaba este jueves en una ficha todos los detalles del horror que se ha descubierto al cavar entre la acera y el jardín de la casita blanca que ocupa el número 12 de La Riva, uno de los pocos casos en los que la fosa se encuentra en un entramado urbano. "Tratamos de no perder la más mínima información para trasladarla a la investigación en el laboratorio", explicó. Antes de la descripción de la fosa y de elaborar un croquis sobre la situación de los restos, los estudiantes recopilaron testimonios de familiares de los muertos. "Es la parte que corresponde a la psicología forense, conocer cómo viven en el entorno de las víctimas el proceso de hallazgo de los restos y su exhumación", añadió. Es lo que los estudiantes de Criminología consideran "una buena clase práctica".
Nueve esqueletos hallados en una fosa en Espinosa de los Monteros. / LUIS ALBERTO GARCÍA
A solo 200 metros de ese jardín, la aparición de una peineta en uno de los cráneos demostró que tenían razón los vecinos de Espinosa de los Monteros cuando apuntaban a esa zona cuando se hablaba del lugar donde fueron a parar cuatro mujeres, asesinadas en el pueblo un día después que los hombres.
Virginia Jiménez y sus compañeros de investigación han descubierto en la primera fase de su trabajo que los restos presentan fracturas en el cráneo por entrada de bala, y huesos rotos en las extremidades, algunas previas y otras posteriores al fallecimiento, lo que lleva a interpretar que parte de las roturas fueron causadas por el maltrato anterior al fusilamiento. Entre los restos de las mujeres buscarán pruebas que determinen si una de ellas estaba embarazada. "Era la esposa de un preso fugado de la cárcel de Burgos, asesinada en represalia por lo ocurrido con su marido", relataban los estudiantes después de conocer los detalles por el testimonio de los familiares allí presentes. Estos les han contado que se llamaba Amelia y era la nuera de Celestino Zorrilla, otro de los ajusticiados, enterrado en la fosa de La Riva. Zorrilla, propietario de una fábrica de alpargatas, murió a manos de los falangistas del pueblo por "socialista". El menor hallado en la fosa fue acusado de pasar información al bando republicano.
Espejo hallado en la fosa de las mujeres. / ÓSCAR RODRÍGUEZ
No han encontrado ni restos de balas ni de sus respectivas vainas, por lo que se afianza la hipótesis de que no fueron asesinados en el mismo lugar donde fueron enterrados. "Es parte de la investigación que se desarrollará en el laboratorio", señaló una de las especialistas de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Las fotos que han realizado los técnicos y los estudiantes en prácticas han documentado el proceso y los detalles.
La zona se urbanizó hace unos 45 años. Hasta entonces no era más que un camino a las afueras del pueblo, donde se sabía con tanta certeza que estaban enterradas las víctimas de los falangistas que cada 1 de noviembre los familiares acudían a poner flores, como si fuera una tumba del cementerio. Cuando se construyó la vivienda unifamiliar en la parcela donde se ocultaba la fosa, respetaron el entorno.
Además de los estudiantes de Criminología, también acudieron a ver la fosa una decena de alumnos del máster de Antropología Física de la Complutense. El forense Francisco Etxeberria recuerda que a los grupos que han trabajado en las zanjas donde se arrojaron las víctimas del franquismo se han ido uniendo técnicos de distintas especialidades, pero hasta ahora nunca se habían incorporado estudiantes.
Técnicos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y futuros forenses, en la fosa. / ÓSCAR RODRÍGUEZ
Después de cuatro días de trabajos la expectación ante la excavación se había reducido el jueves al mínimo en un día frío y lluvioso. La primera reacción al ver los esqueletos en el hueco abierto entre una acera y un jardín privado era el silencio. "Asistir a la apertura de una fosa común es una experiencia que cambia para siempre la apreciación", defiende Etxeberria. El forense ha acumulado la suficiente experiencia en la apertura de más de un centenar de fosas del víctimas del franquismo para saber que los familiares no exageran al relatar lo que les han transmitido. "Se ha vuelto a demostrar que lo que cuentan, lo que se recuerda en los pueblos, es cierto", dice. También sabe con certeza que la visión de la apertura de una fosa común cambia para siempre la forma de enfrentarse a la memoria histórica. Los estudiantes como Virginia Jiménez lo atestiguan.

domingo, 8 de abril de 2012

“Abrí la fosa de mi padre con las manos”

"NO HE PODIDO, NO PONER ESTE ARTÍCULO, ESTA HISTORIA"


Esperanza Pérez Zamora muestra una fotografía de su padre.
"Yo tenía 18 meses cuando fusilaron a mi padre. Mataron a ocho de mi familia. Los falangistas fueron a buscarles a las eras, al campo, donde estaban todos trabajando. Iban a por mi padre, querían tomarle declaración, dijeron. Pero mi abuelo dijo: 'Donde va mi hijo voy yo'. Y su sobrino, lo mismo. Y así, se los llevaron a todos. Ya no les volvimos a ver", recuerda Esperanza Pérez Zamora.
Acaba de cumplir 77 años y hace 35 estaba recorriendo pueblos, buscando pistas sobre el paradero de sus familiares para abrir las fosas donde se encontraban. Hoy, incluso el partido que tanto criticó la memoria histórica, ahora en el poder, apoya y planea subvencionar las exhumaciones. Pero entonces, cuando Esperanza Pérez empezó a hacerlas, justo después de la muerte de Franco, solo expresar en público el deseo de abrir las fosas del franquismo era peligroso.

Fui a ver al asesino. Le dije: 'Mañana más te vale que me digas dónde está
 "Muchos me insultaban. 'Puta comunista', me decían. O directamente, me cerraban la puerta en las narices en cuanto les decía por qué estaba allí. Todavía había mucho miedo. Solo me ayudaron mujeres en una situación parecida. Alguna me cogía de la camisa por el pecho, me metía dentro de su casa y me contaba en voz muy bajita lo que sabía. Una señora me dijo: 'Subía la gente a ver a los muertos como en una procesión. Los habían dejado mal enterrados. Fue una vergüenza...".
Esperanza tardó tres años en encontrar a todos sus familiares. "En el momento en que salió Adolfo Suárez, fui a por ellos. Mi marido, que es taxista, dejó de trabajar para llevarme de un pueblo a otro, a preguntar a la gente si sabía algo. Tenía que volver muchas veces a la misma casa para que me contaran cosas. Al principio estábamos muy solos, pero luego nos fueron ayudando familiares de otros fusilados".
Esperanza tenía a sus familiares repartidos por varias fosas en distintos pueblos. El paradero de su padre se lo dijo el mismo asesino. "Me dijeron el nombre del falangista que le había matado y esa misma noche fui a verle. Era 1977. 'Soy la hija de Juanón y sé que usted le dio el tiro a mi padre. Mañana a las nueve de la mañana más le vale que esté usted en las tierras que tiene en Villamuriel para que me diga exactamente dónde está enterrado', le dije. Se quedó blanco. Al día siguiente se presentó allí con la Guardia Civil. Los agentes me pidieron un montón de papeles, pero al final, el asesino señaló el sitio".

En las fosas de mujeres salían unas trenzas larguísimas. Fue muy duro
Esperanza abrió tres fosas en Villamuriel, cuatro en Villamediana, cinco en Magaz, dos en Valdespina y una en Valoria la Buena, todas en Palencia. "En total recuperamos unos 150 cuerpos. Teníamos una pala, un azadón y un cepillo. Pero todo lo hacíamos con las manos, con las uñas, un día y otro día, hasta que terminábamos. Luego metíamos los restos en sacos. La excavadora que utilizamos alguna vez, la pagamos a escote entre los familiares". Aún guarda aquellas facturas. "Es lo mejor y lo más difícil que he hecho en mi vida. Pero fue muy duro. En la primera exhumación pensé que me iba a dar algo y que me iba a morir allí mismo yo también. Tener una calavera en la mano y pensar que es de tu padre es terrible. En Villamediana, por ejemplo, los restos estaban cubiertos de cal y las faldas de las mujeres se veían todas blancas. Aún conservaban larguísimas trenzas. También encontraba botas, cucharas, monedas...".
Esperanza calcula que en total debió poner de su bolsillo un millón de pesetas. "Por cada cuerpo que sacábamos teníamos que pagar 1.000 pesetas al Ministerio de Sanidad, por eso no declaramos a todos. Entonces no había ADN y enterrábamos a muchos juntos. Vendimos los dientes de oro de uno y nos dieron 14.000 pesetas para seguir exhumando. Otro señor que se enteró de lo que estaba haciendo me dio 20.000 pesetas y así íbamos tirando. Era mucho dinero y muchos trámites: había que ir a la sede del Ministerio de Justicia a Madrid, y a Sanidad, y luego hablar con el alcalde del pueblo...".
En cuanto terminó las exhumaciones, se puso con las pensiones. "Empecé a buscar a viudas de fusilados para explicarles que podían pedir la pensión. A algunas les daba todo tanto miedo que no querían ni llevarse los papeles para no tenerlos en casa. ¡Y Franco ya había muerto! Otras no sabían escribir y para firmar tenía que llevarlas yo con la mano sobre el papel".
En 1979 ya había terminado su misión, exhumado a sus familiares, celebrado dos funerales y enterrado a los fusilados en cementerios. "El día que terminé sentí mucha felicidad y mucha tristeza. Ese día le pude decir a mi madre: 'Ya está', y lloramos las dos todo lo que nos dio la gana. Me abrazó como nunca me había abrazado y solo por eso ya valieron la pena todos los malos ratos", explica Esperanza. "Tuve muchas pesadillas. Por la noche, en la cama, me veía a mí misma dentro de una tumba, rodeada de huesos. Miedo creo que no tuve nunca. Cuando murió Franco, abrimos una botella de champán y luego me vine como una fiera a España a buscar a los míos. Entonces estaba en Bélgica. Todo lo que quedó de nuestra familia después de la guerra se había refugiado en otro país. Creo que he sido valiente. Y estoy muy orgullosa de haber hecho lo que hice".

lunes, 2 de abril de 2012

"Tengo una fosa en mi jardín"

Familiares de fusilados en un pueblo de Burgos esperan al juez tras el auto del Supremo

La zanja está en mitad de una acera y la parcela de un chalé

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Exhumación en Espinosa de los Monteros de una fosa en mitad de una acera y un jardín privado. / ÓSCAR RODRÍGUEZ
Álex Hernández compró hace 12 años un chalé con jardín que albergaba los restos de 12 fusilados en 1936. Ayer, en su pequeña parcela, se reunieron una decena de arqueólogos y otra de familiares y curiosos. Es la primera exhumación que se lleva a cabo desde que el Tribunal Supremo estableció, por medio de un auto, que la competencia sobre las fosas es de los juzgados territoriales y que los jueces deben acudir a las exhumaciones. El juzgado de Villarcayo fue notificado el pasado 22 de febrero de la inminente apertura de esta. "Espero que venga", afirmaba ayer el forense que la está abriendo, Francisco Etxeberria.
La mitad de la fosa está en la parcela de Álex Hernández y la otra mitad en la acera del pueblo, Espinosa de los Monteros (Burgos). Siempre se ha sabido que estaba ahí. "Al poner la acera se respetó el trozo donde estaban los cuerpos, donde en lugar de cemento, hay plantas", explica Etxeberria. También se había respetado antes, cuando en 1956 se construyó la carretera y familiares de los fusilados supervisaron las obras para que no se llevaran por delante los restos de los suyos, explica Pedro Zorrilla, presidente de la agrupación de familiares de las víctimas.
Álex Hernández también lo supo desde el principio. "El día que vine a ver la casa para comprarla era 1 de noviembre, Día de Difuntos, y esto estaba lleno de flores. Desde entonces he conocido a muchos familiares de los fusilados que venían y me decían: 'Aquí está enterrado mi padre', o a veces era su tío, su hermano...". La fosa no le echó para atrás y compró el chalé. Pero ayer reconoció que ver aparecer los primeros huesos en la exhumación le había "impresionado mucho".


Primeros restos hallados en la fosa. / ÓSCAR RODRÍGUEZ
Entre esas 12 víctimas se cree que hay un chaval de 16 años y un hombre de 75; un labrador padre de 10 hijos, Celestino Zorrilla, y otro de ocho. A 150 metros hay otra fosa con mujeres. No saben exactamente cuántas. "Ahí buscamos también a mi tía", explica Pedro Zorrilla, nieto de Celestino. "Después de matar a mi abuelo, que tenía 51 años, fueron a por Donato, uno de sus hijos, de 27. Pero como logró escapar, en represalia, mataron a su mujer, embarazada de siete meses".
"Fueron los falangistas, todos vecinos del pueblo, por envidias. Mi abuelo era labrador y tenía una fábrica de alpargatas. Que sepamos, no estaba afiliado a ningún partido o sindicato. El 5 de agosto de 1936 se lo llevaron preso a la cárcel de Burgos y el 18 de octubre supuestamente, le dejaron en libertad. Pero no fue así. En el pueblo, gente mayor contaba que oyó a los asesinos decir: 'Le pegué el tiro y no veas cómo pataleaba'. Por eso siempre se supo donde estaba la fosa", explica Zorrilla.
Los falangistas no se quedaron ahí. "Después de matar a mi abuelo y a mi tía embarazada, fueron a por mi abuela, le raparon la cabeza y la llevaron a la plaza", añade. "Mi padre apenas hablaba del tema, por miedo, pero desde los años setenta me trajo cada 1 de noviembre aquí a traer flores".
El trabajo de arqueólogos y forenses se prolongará unos cinco días. Será la primera prueba para los jueces que hasta ahora han ignorado las denuncias de asociaciones y familiares cada vez que han encontrado restos humanos con signos de muerte violenta, como cráneos agujereados por balas con sus casquillos al lado.


La fosa, en toda su amplitud. / ÓSCAR RODRÍGUEZ
Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, cree que el reciente auto del Supremo no cambia nada. "Los jueces ya tenían que ir antes a las fosas atendiendo estrictamente a la Ley de Enjuiciamiento Criminal. ¿Quiere decir el Supremo que todos los juzgados que archivaron las denuncias que presentamos sin acercarse a las fosas a examinar esos restos humanos con signos de muerte violenta han prevaricado? Me parece que el auto del Supremo lo que significa es que al final, los competentes para resolver los crímenes del franquismo vuelven a ser las víctimas".
El forense Etxeberria, que ha abierto más de un centenar de fosas del franquismo, confía aún en que el juez visite la fosa que está abriendo ahora. "Que los culpables hayan muerto no elimina el derecho a la tutela judicial de las víctimas. A que mañana venga aquí el juez, se informe, nos pida que le mantengamos informado de todo lo que encontremos, nos pregunte si necesitamos algo y, después, me llame para ratificar lo que yo escriba en el informe forense de esta fosa. Es decir, que le dé de una vez a todo esto rango de oficialidad".